Fotografía, arte y erotismo

La sensualidad al servicio del artista

Diferentes artistas a lo largo de la historia de la humanidad han descubierto en el erotismo algo más allá de la mera representación del sexo, aplicando sus múltiples y a veces desconocidas proyecciones al campo de la pintura, la escultura y la cerámica. Un arte que ya era representado por el hombre prehistórico, y que hoy día tiene su máximo exponente en la fotografía.

Aunque algunos se empeñen en lo contrario, el erotismo (en griego, “amor apasionado unido al deseo sensual” y personificado por Eros, Dios del amor y el sexo), como cualquier otra faceta de nuestra vida cotidiana, puede ser transformado en arte. La idea no es nueva. Dicho estilo artístico es tan antiguo como el hombre. El popular “Adonis de Zschernitz”, con una antigüedad de siete mil años, es una pintura rupestre alemana que nos ofrece una curiosa situación plasmada en el interior de una cueva: un hombre sobre una mujer en pleno acto sexual. Pero esta primigenia postura “del misionero” tenía sus antecesores en otros “graffiti” del paleolítico aun más antiguos, de hace doce mil años, con representaciones de genitales femeninos. Y es que nuestros ancestros ya mostraban interés por realizar pinturas y grabados con motivos sexuales, aunque la finalidad era más religiosa y simbólica que estimuladora.

La antigua Grecia iba más allá, mostrándonos los más antiguos perfiles de inclinaciones sexuales lésbicas y homosexuales en su arte cerámico. Nada de ello era considerado inmoral, y tales elementos aparecían esparcidos por los enclaves comunes en la vida diaria, entre ellos los templos y viviendas, donde los enormes falos o “hermas” eran considerados fiables amuletos. Algo similar ocurrió en el Imperio Romano, donde dichos miembros masculinos proporcionaban suerte y prosperidad a la familia si se colocaban en las entradas de las casas. Eran sin duda alguna figuras y grabados usados para la decoración y considerados de buen gusto. El sexo explícito romano se relacionaba también, en ocasiones, con la prostitución. Además de servir como reclamo en las puertas de los burdeles, servían de guía para llegar a ellos, encontrándose en las calles imágenes grabadas de de penes y testículos guiando al visitante a aquellos centros de intercambio carnal.

En otras épocas y culturas también encontramos ricos exponentes de arte erótico y sexual. La civilización mochica de Perú, a través de sus cerámicas, mostraban actos tan llamativos como la felación, el sexo anal o el onanismo. Y las culturas orientales, principalmente la japonesa y la china, usaban el arte para representar relaciones tanto heterosexuales como homosexuales. El estilo japonés shunga, de mediados del siglo XIII, nos mostraba tales actos mediante la impresión de bloques de madera, mientras los chinos, por aquel entonces, ganaron fama con las novelas de alto contenido sexual, siendo algunas de ellas prohibidas por considerarse pornográficas, como son los casos de “Historia de Genji” y “Ciruelas en una vasija de oro”. Dichas escenas eróticas aparecerían también impresas en llamativos manuscritos medievales.

Erotismo al alcance de todos

Pero lo que hasta entonces no había pasado de ser un arte al alcance solamente de personas adineradas y de alta condición social, pasó a formar parte de la cotidianidad occidental tras la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg. A su vez, lo que había sido considerado un arte por nuestros ancestros, comenzó a sufrir una incomprensible persecución por parte de la más rancia y cristalizada sociedad. Uno de los primeros casos de arte erótico impreso fue el “Kamasutra” editado por Marcantonio Raimondi en el año 1524, llegando a causar tanto revuelo que todas sus copias fueron destruidas y su autor encarcelado por orden del pontífice Clemente VII. Un siglo después la censura no había disminuido, y tras la publicación de “L´Ecole desde Filles”, buena muestra del erotismo literario francés, sus posibles autores sufrieron igualmente penas de prisión.

Mayor empuje tuvo el arte erótico durante la Ilustración, momento de fuerte represión sexual, donde el sexo era usado como arma arrojadiza contra la Iglesia Católica, por medio de la sátira social. Tras la Revolución Francesa se harían populares los escritos del Marqués de Sade, teniendo estos su secuela en la obra de John Cleland “Fanny Hill”, la cual en 1748 causó estragos entre los más conservadores. Tanto es así que el obispo de Londres atribuyó a su publicación los pequeños terremotos que se dieron por aquel entonces. Y tal censura duró prácticamente hasta nuestros días más recientes, ya que la posesión del libro de Cleland no sería legal hasta mediados del pasado siglo en lugares como Inglaterra o Estados Unidos.

                El pistoletazo de salida de la fotografía sexual nace a la par que la propia fotografía. Louis Jacques Mandé Daguerre, en el año 1839, presentó a la Academia de Ciencias Francesas el proyecto de los “daguerrotipos”, el primer exponente de la fotografía de calidad. Aunque en un primer momento se usó para representaciones anatómicas humanas, pronto esas fotografías de desnudos masculinos y femeninos comenzaron a ser usados como motivo de erotismo, lo que se vio ampliado en 1841 con la patente, por parte de William Fox, del proceso de negativo. A partir de entones los desnudos, fotográficos o en pinturas, se convertirían en uno de los temas favoritos de los artistas, entre ellos Toulouse Lautrec, Edvard Munch, Eugene Delacroix, Fernando Botero o Pablo Ruiz Picasso.

Arte erótico fotográfico

                El arte erótico dentro del campo de la fotografía, ya en nuestros días, no solo no ha decaído sino que se ha convertido en un claro exponente cotidiano. Pero no son muchos los artistas que disfrutan de reconocimiento y respeto en base a un trabajo de calidad, y la mayoría se limita a ofrecer una ración de sexo fotográfico que poco o nada tiene que ver con el arte. Eso sí, hay excepciones; magníficas excepciones.

                Antonio Graell lleva más de treinta años inmerso en el mundo de la fotografía. Su esplendida labor ha sido requerida por multitud de publicaciones y salas de exposiciones, habiendo colaborado para revistas como SadoMaso, Sumissa, Perverssa, D/S, Tacones Altos, Primera Línea, Interviú y Lib, teniendo en esta última una sección fija. Programas televisivos de gran popularidad como “Todos ahhh 100” (La Sexta) o “Siete Días, Siete Noches” (Antena 3), se han hecho eco de su singular manera de trabajar.

                Hace muchos años, cuando comenzó sus estudios en materia fotográfica, se tropezó con un libro de Helmut Newton, uno de los más importantes fotógrafos del siglo XX, enamorándose de aquellas imágenes donde resaltaban la sensualidad y el glamour, pero aun tendrían que pasar muchos años hasta que comenzara a experimentar y desarrollar su propio ideario, ya en compañía de su esposa Beatriz, quién sería desde ese momento su mano derecha como ayudante y maquilladora.

                Para Graell, el valor del arte erótico fotográfico reside en el observador, ya que cada cual usa su prisma personal, buscando unos la estética, otros la provocación, y algunos incluso la plasmación de sus fantasías más íntimas. “El erotismo –comenta Antonio- es una parte del sexo, y el sexo es parte de nuestra naturaleza, y aunque las religiones nos hayan querido convencer de lo contrario, no es sucio, ni feo; el sexo es diversión, placer, felicidad, fantasía y también amor. Todo ello queda reflejado en el arte erótico y es una manera de mostrar que no hay por qué avergonzarse de nuestra sexualidad”.

Lo principal para este artista madrileño (uno de los principales responsables de la introducción de la “movida Fetish” en España) a la hora de afrontar una sesión fotográfica es la luz y la sombra, y cómo éstas dibujan el cuerpo de la modelo. Pero el erotismo debe emanar de la propia mujer, de su mirada y su expresión, sin necesidad de atraer al observador por medio de otros atrezzos. “Por mi parte –explica Antonio Graell- pienso en poses o situaciones que puedan resultar excitantes, pero no tanto por lo que enseñen, si no más bien por lo que sugieren, y para ello sí me gusta usar un determinado tipo de ropa y otros complementos cercanos al fetichismo y al BDSM como corpiños, zapatos, medias, cuerdas, esposas, etc. Pero siempre mantenerles como elementos que me sirvan para reforzar la escena, no que sean el centro de ella. Por ese mismo motivo me gusta trabajar con fondos oscuros; me ayudan a centrar la atención en la modelo”.

Antonio tiene la curiosa capacidad de extraer el erotismo a través de la fotografía a mujeres de toda condición física; altas, bajas, exuberantes, jóvenes, maduras. El erotismo no entiende de este tipo de detalles, y parece ir impreso en el interior de la modelo. Sólo es necesaria una capacidad especial para captarlo a través de la lente de una cámara de fotos. Graell no pide mucho a sus modelos, solo ganas de pasárselo bien y confiar en él, y capacidad para dejarse guiar, relajarse y no sentir vergüenza al desnudo. Y de entre todas ellas destaca con luz propia nuestra siguiente protagonista.

El cine al servicio del arte

                Cuando siendo solo una niña, su madre la enfocó con la “Super8” y le dijo “ponte ahí y haz lo que se te ocurra”, Silvia Giner descubrió que lo suyo era el cine. Esta guapa sevillana, que aun rozándola aun no alcanza la treintena de edad, se ha convertido en una de las grandes promesas del campo cinematográfico. La Web Cineando se refirió a ella como “el bello y prometedor futuro del cine español”. Y no andaba muy desencaminado dicho portal ya que Silvia, tras estudiar Drama y Sistemas Informáticos, marchó a Madrid a cumplir su sueño, contando en su haber más de una docena de interpretaciones tanto en cine como en teatro desde el año 2000. Allá por el 2005 dio el salto a Latinoamérica, actuando en el film “El Espacio de las apariencias”, en Bueno Aires, donde ya es todo una estrella.

                Dentro de su labor cinematográfica, Silvia ya había realizado sus escarceos con la sensualidad y el erotismo, concretamente en la obra “Ricardo, piezas descatalogadas”, donde por primera vez se desnudaba íntegramente ante las cámaras. Y es que Giner era consciente de que las curvas de su metro setenta no pasaban desapercibidas. “Siempre he sido un poco exhibicionista –nos cuenta la actriz sevillana-. Creo que cuando uno tiene algo que inspira a los demás es un pecado mortal guardárselo; hay que mostrarlo”.

                Pero el empujón definitivo a la hora de transmutar su sensualidad y su técnica interpretativa en arte fotográfico erótico llegaría de la mano del propio Antonio Graell. Cuando este, de manera casual se tropezó con la página Web de Silvia (el blog de Ironcita), quedó prendado de su belleza y le propuso trabajar conjuntamente. Cine y fotografía acababan de darse la mano. Y aunque ya otros habían alabado las dotes de Giner, destacando su “técnica intuitiva a la hora de interpretar y su karma orgánico en escena”, Antonio descubriría a una chica “divertida, desinhibida y trabajadora, sabiendo actuar ante la cámara de fotos, con la capacidad de cambiar la expresión de su rostro, especialmente su mirada, en un segundo”. Así nace, ente otros, el book fotográfico de una actriz rebosada en “petróleo”, un trabajo de varias y duras horas de estudio que tuvo como resultado una brillante muestra del erotismo artístico fotográfico enlazado con la más fina interpretación cinematográfica.

Historia de las revistas eróticas

Fue a finales del siglo XIX cuando nacen en Francia las primeras revistas enfocadas a ofrecer un sutil panorama erótico. Algunas como Nud Living y Body in Art resultaron bastante escandalosas para la época. A ellas les seguiría en Gran Bretaña la publicación Health and Efficiency, la cual en 1900 se presentó como publicación naturista. Pero habría que esperar hasta 1950 para que naciera la popular Playboy, seguida por la inglesa Penthouse quince años después, donde ya aparecían desnudos integrales con más descaro. Superada la censura de aquellas décadas, vendrían después revistas como Hustler, donde ya se incluía directamente prácticas sexuales de manera explícita.

Inicios del cine erótico

Parece claro que la primera película erótica de la historia es obra del francés Eugéne Pirou bajo el título de “Le Coucher de la Marie”, donde aparece unos de los primeros streptease conocidos, en 1896. Donde no hay un consenso es a la hora de señalar en qué momento entra la pornografía, nunca mejor dicho, en escena. Mientras que unos se inclinan por la francesa “A L´Ecu d´Or ou la bonne auberge”, donde un soldado mantiene una relación con la sirvienta de una posada, otros lo hacen por la argentina “El Sagitario”. Y es que ambas grabaciones están fechadas de manera confusa pero similar, alrededor del año 1907.

¿Sabías qué entre los descubrimientos arqueológicos en el complejo de Pompeya, se halló una estatua de mármol del Dios Pan manteniendo relaciones sexuales con una cabra, y ha sido considerada tan obscena que aun se mantiene oculta al público en el Museo Arqueológico de Nápoles?