Cómo pactar con el Diablo

Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha pretendido agradar a los dioses, encarnados en astros o elementos naturales, para obtener de ellos determinados privilegios: protección contra el peligro, mejoras en la salud, fertilidad en las cosechas, o dispensas en el viaje al otro mundo. Para ello, el hombre primitivo se hacía valer del arte rupestre para simpatizar con aquellas entidades que presuntamente podrían proporcionar tales beneficios. Pero ahí quedaba la cosa, en la simple y llana solicitud de socorros que rara vez llegaban a producirse.

     Pasarían milenios, y la religiosidad popular fue modificándose, alcanzando una complejidad cada vez mayor, donde adquiriría un papel predominante la eterna lucha entre el bien y el mal. Precisamente, esa figura de la parte oscura, de lo negativo, comenzó a atraer a determinados colectivos de personas, que decidieron abdicar de aquel Dios benévolo que no siempre estaba a mano cuando se le necesitaba. De esa manera empiezan a generarse los pactos con el Diablo, que fueron más complejos según fue pasando el tiempo. El colectivo de individuos afines con estas practicas siempre ha sido muy similar: seres defraudados por su Dios, gente desesperada que no encuentra una salida a sus acuciantes problemas, o sujetos rebosantes de ambiciones de poder y riquezas. Quizá por ello, se han decidido a realizar un pacto del que nunca se sale bien parado; y es que el demonio, a cambio de su valiosa ayuda, pide a cambio el alma del nuevo “socio” para toda la eternidad. Un precio elevadamente alto…

Los Métodos de Negociación

     La “oficina de atención al cliente” de ese singular personaje con cuernos que es el demonio, permanece abierta los 365 días del año, y solo hay que conocer los métodos adecuados para ponerse en contacto con él. Sin entrar en cuestiones sobre la fiabilidad o no de esos sistemas, vamos a conocer algunas de las formas que desde antaño se vienen usando para realizar el macabro pacto.

     La principal referencia la encontramos en el Gran Grimorio, una obra que recapitula enseñanzas de diversos magos anónimos anteriores al siglo XVIII, suponiéndose que parte de esas enseñanzas proceden de popular rey Salomón. Según sus dictámenes, el pacto debe contar con los siguientes pasos: dos días antes hemos de proveernos de un cuchillo sin estrenar, y justo en el momento en el que el sol aparece por el horizonte, cortaremos una vara de nogal silvestre. El día de la experiencia debemos seleccionar un lugar tranquilo en el que nadie nos interrumpa. Allí, con una magnetita o piedra imán, trazamos en el suelo un triangulo, y en una de las esquinas del dibujo pondremos dos cirios encendidos, con el nombre de Jesús de Nazarét escrito en la cera. Una vez finalizada esta parte, nos situaremos en el centro del triángulo, con la vara de nogal en una mano y la clavícula derecha de un difunto en la otra, para recitar después lo siguiente:

     “Emperador Lucifer, señor de todos los espíritus rebeldes, ruégote que me seas favorable en la apelación que hago a tu gran ministro Lucífago Rocafale, deseando hacer pacto con él”.

     Cuenta el Gran Grimorio que en ese momento es cuando se aparece el maligno, al que debemos hacerle saber de nuestros deseos a través de una nota realizada en un pergamino virgen, rociado con algunas gotas de nuestra propia sangre. El pergamino lo lanzaremos hacia el diablo, que decidirá en ese momento si acepta o no el pacto. Caso de que la negociación sea favorable, a partir de ese instante seremos poseedores del deseo formulado, pero desde entonces tendremos una deuda con el lado oscuro, ya que nuestro alma le pertenecerá una vez fallecido, o a veces, incluso antes.

Otras formas de pactar

     Además del popular sistema del Gran Grimorio, existen algunos otros que, según narran las crónicas, suelen ser bastante efectivos. Entre las obras más difundidas donde se manifiestan diversos métodos para pactar, encontramos el Libro del Papa Honorio el Grande, el Grimorio Verum y el Gran Libro de San Cipriano.

     Los métodos son muy variados, pero casi todos confluyen en los puntos principales: la necesidad de encontrar un pergamino virgen extraído de la piel del primer becerro nacido de una vaca, en el cual escribiremos y firmaremos con nuestra sangre lo que solicitamos de Belcebú, así como nuestra promesa de ofrecerle nuestro alma a cambio. Tras ello dibujamos un circulo en el suelo con magnetita, o con una tiza si carecemos del elemento anterior. Nos introducimos en el circulo con el pergamino bien sujeto, para después invocar al demonio solicitando audiencia para el pacto. Una vez presentado el famoso gerente del infierno, le arrojaremos el escrito con cuidado de no sobrepasar con nuestra mano la señal de tiza o magnetita, ya que de lo contrario, las consecuencias podrían ser fatales. Si el demonio acepta el trato, podemos estar seguros de que el cronómetro del lado oscuro ha empezado a andar, contando cada segundo que falta para que nuestro alma pase al formar parte del peor de los infiernos.

     Para otro de los singulares sistemas se solicita que el protagonista no tenga relaciones sexuales durante una semana, y en ese tiempo tan solo se ha de comer dos veces al día, exactamente cada doce horas. Se debe de intentar dormir lo menos posible y, en todo caso, nunca más de seis horas diarias. Y cada día se ha de recitar la siguiente oración, teniendo siempre en mente nuestro deseo u objetivo: “Yo os imploro, grande y poderoso Adonai, maestro y señor de todos los espíritus. Yo os imploro, ¡oh, Eloim! Yo os imploro, ¡oh, Jehovam! Yo os doy mi alma, mi corazón, mis entrañas, mis manos, mis pies y mi espíritu”. Caso de que el aludido acepte, a los siete días podremos disfrutar del contenido de nuestra petición.

     Un método algo más burdo consiste en ir a una iglesia en domingo, a primera hora, para renunciar de Dios ante el altar. El siguiente paso sería el de consumir sangre, preferentemente humana, o en su defecto la de una ternera. Tras ello y en voz alta, pronunciaremos lo que deseamos lograr, renunciando a viva voz de nuestro alma. Con un poco de suerte, el diablo nos escuchará y atenderá nuestra petición.

Los entresijos de la letra pequeña

     Aunque dicen que el demonio es más listo por viejo que por demonio, algunos brujos clásicos aseguraban en sus escritos que en ocasiones es posible huir del pacto una vez hayamos disfrutado de nuestra parte. O bien se trata de un simple bulo, o tal vez el demonio sea un tanto despistado y olvide a veces leer la letra pequeña del contrato, donde supuestamente existen “vacíos legales” por los que podemos salirnos con la nuestra.

     Se comenta que uno de los sistemas para romper el pacto es el de aliarnos después con entidades angelicales, que nos protegerían del mal. Pero claro, estas entidades no siempre atienden las llamadas de un desertor. Otro modo de traicionar al diablo es renunciar a él de forma oficial, mediante una oración, para después destruir todos aquellos elementos físicos que hayan tenido relación con el ritual de pacto. Y si hemos realizado alguna acción dañina anteriormente como parte del compromiso, hemos de procurar una pronta reparación.

     En todo caso, hemos de tener en cuenta que el diablo es de todo menos idiota, y que en raras ocasiones se deja engañar. Por ello, hemos de ser conscientes de que los pactos satánicos no son un juego, sino un compromiso “en firme” que tarde o temprano tendremos que pagar. Y el precio es muy elevado: nuestro alma para toda la eternidad. Al realizar el pacto, la deuda nos puede parecer lejana, pero hay que saber que nuestro oscuro “socio” tiene paciencia, mucha paciencia. Nos esperará deseoso de cobrar su parte, torturándonos después por los siglos de los siglos…

Clásicos de la Nigromancia

Dentro del listado de personajes populares de la historia universal, encontramos a muchos de ellos relacionados con la nigromancia y el lado oscuro, a pesar de que a nivel público muy poca gente lo sabe. Pero los legajos y las viejas crónicas son incuestionables.

El maestre de Calatrava Enrique de Villena, al que se le consideraba alumno aventajado del demonio Asmodeo, y que presuntamente murió de unas fiebres causadas por su mentor; el mítico Fausto, que supuestamente vendió su alma al diablo a cambio de asombrosos poderes sobrenaturales, y que apareció muerto en su cama, totalmente descuartizado, sin que nadie hubiera tenido acceso a la habitación; el médico suizo Paracelso, cuyos conocimientos para dar vida a un ser inorgánico, el Golem, procedían al parecer del lado oscuro; y el fraile Roger Bacon, creador de una “cabeza parlante”, que muchos la consideraban un sistema para conversar con Satanás.

¿SABIAS QUE, según cuentan las crónicas, en ocasiones no es el hombre quién acude al diablo, sino el diablo quien, intuyendo la vulnerabilidad de ciertas personas, provoca a su victima por medio de promesas de riquezas y poder, casi siempre tomando el aspecto de una bella mujer, para así apoderarse de su alma?

¿SABIAS QUE, de manera equivocada, hay quién piensa que por el simple hecho de haber pactado con Satanás, tiene asignado por éste un puesto importante dentro de la gerencia del infierno, algo que se aleja mucho de la cruda realidad?