Tenía 16 años. Había compuesto mis primeras cuatro o cinco canciones. Solía comentar que, paralelamente al misterio, quería probar suerte en el mundo de la música. Alguien me dijo que era imprescindible que me hiciera algunas fotografías profesionales para usarlas en carteles y promociones. Así que me planté en un estudio fotográfico, con mi cara de asustado y con una ropa hortera. La guitarra la acababa de comprar y no sabía tocar ni el cumpleaños feliz. Pero luego me dijeron que, en la foto, estaba tocando correctamente un acorde. Pura chorra.