Reconozco que Manuel Carballal fue un referente en mi juventud. Cuando tenía catorce o quince años devoraba sus artículos en las revistas del género, y formaba parte de ese pequeño núcleo de investigadores y divulgadores de los que me nutría. Soñaba con ser como ellos.
Años después tuve la suerte de conocerlo en persona y de coincidir con él en varias ocasiones. Incluso intermedió con la revista Más Allá para que pudiera publicar en ella algunos de mis casos. Incluso me dio la oportunidad de colaborar en El Ojo Crítico.
Pero hace años que Carballal, según mi criterio, anda totalmente desorientado. Parece endiosado intelectualmente. Sólo lo que él escribe o divulga es la verdad absoluta. Si escribe un libro sobre brujas, despotrica contra todo aquel que publique una versión diferente. Si escribe una biografía sobre un personaje, despotrica contra aquellos que tienen una idea diferente sobre ese personaje.
No sé si esa tendencia que nos asombra y nos defrauda de un grande del misterio como él, ha nacido con la edad, o es fruto de su relación con lo que considero un auténtico nido de ratas que ha convertido El Ojo Crítico en El Ojo Miope, revista donde escriben buenos autores, algunos amigos míos, pero donde también escriben individuos dados a manipular y sesgar. Y Manuel Carballal lo permite.
Lo de ahora se veía venir. Ya en su momento Carballal nos sorprendió tachando de mentiroso a un gigante del misterio y de la divulgación, Miguel Blanco, otro de mis grandes referentes. Miguel vivió en Haití una experiencia que, según su punto de vista, estaba vestida de elementos sobrenaturales. Literalmente, Miguel asegura que pudo contemplar una especie de demonio.
Y no sé si fue un error de percepción o si realmente ocurrió algo extraño. De lo que estoy convencido es que no mintió. Contó lo que vio o lo que creyó ver. El caso es que a Manuel Carballal le importó un pimiento considerarse amigo de Blanco. Sentó cátedra asegurando que aquella experiencia fue un fraude. Ni siquiera dejó un resquicio en cuanto a la posibilidad paranormal. No. Si Carballal cree que algo es mentira, ese algo es mentira, y todos se equivocan. Y todos falsean la realidad. Incluso su amigo.
Ahora Josep Guijarro, otros de mis grandes referentes, escribe en un libro (donde aparecen otros divulgadores como Laura Falcó) una historia sobre la que no vamos a entrar en materia. Simplemente, como buen reportero, ofrece las claves, y deja al lector, como debe ser, la posibilidad de que las una y decida qué es verdad y qué no lo es. Pero eso a Carballal no le gusta. Porque, de nuevo, si él piensa que un caso es falso, lo es y punto. Y los demás mienten y manipulan, aunque sólo sea recordando de manera genérica una historia.
Su gran prueba, en este caso, es que el testigo reconoció tiempo después que lo que contó era mentira. Sinceramente, me extraña que Carballal caiga en estas trampas siendo ya tan mayorcito.
Os cuento un caso que me ocurrió hace años:
En un pueblo de la Axarquía malagueña había un edificio donde los fenómenos extraños eran brutales, vividos por vecinos, por socios de una biblioteca y, sobre todo, por trabajadores de una emisora de radio. Entrevisté a los dueños de la emisora y al resto del personal. La historia era alucinante, y la publiqué en uno de mis libros y en un reportaje en Año Cero.
Años después, un amigo decidió visitar la emisora para conocer de cerca el caso. Yo desconocía, eso sí, que desde mis publicaciones, aquello se había llenado de curiosos y de investigadores.
Esa misma noche mi amigo me llamó muy apurado:
-José Manuel, quiero decirte algo en confianza.
-Claro, dime.
-El dueño de la radio dice que todo es mentira, que allí jamás ha pasado nada, y que ni ha hablado jamás contigo ni te conoce.
No pude evitar sonreír. Al día siguiente quedé con mi amigo y lo enterré en cintas de casete con entrevistas a los dueños de la emisora, y en fotografías en las que yo aparecía con ellos en diferentes puntos del local.
Como os podéis imaginar, el hombre había acabado hasta las pelotas de visitantes y, en vez de echarlos tal cual, prefirió recular y decir que jamás me había narrado nada. Pero olvidaba el material con el que yo contaba.
Pero da igual. Manuel Carballal, que ha perdido el norte, solo considera reales los casos investigados por la cuadrilla de ratas a la que antes hacía alusión. Si los casos los hemos investigado otros, son falsos. Y no tiene piedad ni con los amigos, a pesar de que estos amigos no sientan cátedra como él, ni dan la comida masticada como él, y únicamente ofrecen datos genéricos para que cada cual aborde la historia como le apetezca. Ese ha sido el único delito de Josep Guijarro. Y por él será ajusticiado en la hoguera de estos fundamentalistas de El Ojo Miope.
Una pena. Aunque, por suerte, hace tiempo que sabemos de qué van. Simplemente, aunque sintiendo vergüenza ajena, hacemos como que no hemos visto nada.