Cuentan que en el 64 a.C., al ir a erigirse la cúpula de los Baños de la Hedionda, en Casares, un demonio lo impedía, y fue necesaria la presencia de un hechicero para expulsarlo. Se fue, sí, pero dejó su aliento en el agua, que es sulfurosa ferruginosa.Hoy día, 2000 años después, la gente sigue visitando el lugar para bañarse en sus aguas y usar el barro de la zona, que curan enfermedades de la piel.